El salto desde la oscuridad hacia el color

Portada oficial de "Salto al color". Diseño: Charis Tsevis.
La reseña a continuación está basada en una interpretación personal, que poco o nada tiene que ver con el verdadero significado de las canciones.
Lo más remarcable que puede decirse de “Salto al Color” es que, la mezcla de sonidos, instrumentos e influencias musicales que ofrece, así como la variedad de interpretaciones que permiten sus letras, conforman la que personalmente considero su más fuerte y fascinante característica: Como si de la paleta de un pintor se tratara, “Salto al Color” tiene muchos colores que se mezclan entre sí, creando nuevos colores, permitiendo tantas posibilidades e interpretaciones como matices sus diferentes tonalidades.
El álbum comienza con lo que para mí es una excelente apertura: “Ondas do mar de Vigo”, una versión del tema original de Martin Códax que introduce la primera gran apuesta del álbum: las flautas celtas y los sonidos de Galicia. La canción, que permite a Eva lucir su voz de una forma magistral, termina con el arrullo de las olas del mar, creando un perfecto enlace con el principio de la siguiente, la electrónica “Mares igual que tú”: una fantasía musical que mezcla el synth-house, dream pop y hasta sonidos arábigos sin perder la esencia de temas anteriores como “Estrella de Mar”. Electrónica y sintetizadores que se mantienen en “Señales”, tan evocadora de emociones como bailable, tan dramática como alegre y desenfadada. Quizás por eso esta canción me traslada un poco al estilo de New Order y, por consiguiente, de D.A.R.K. Sin duda, uno de los pesos pesados de Salto Al Color.
“Nuestro tiempo” es la más tradicional y fiel al sonido Amaral, por decirlo de algún modo, porque a pesar de la mezcla de sonidos e influencias de este nuevo disco, el sonido Amaral está presente en todas y cada una de las canciones que lo componen. Es, sin embargo, una de las canciones que menos me ha llegado aunque, junto con “Bien alta la mirada”, de las que más gana en directo, sobre todo en su apoteósico final.
“Juguetes Rotos” es la recuperación de una antigua maqueta que, en su día no me gustó, y ahora terminada, no me termina de convencer, pero esto es una opinión subjetiva que no quita el gran peso de esta canción y que la relaciona con una de las muchas dimensiones de este álbum: la crítica social, y el “salto al color” como canto a la esperanza y a la necesidad de cambio. Es quizás ese sonido metálico y machacón, que puede recordar a Robocop y Mazinger Z, la mejor forma de transmitir lo que expresa la letra de “Juguetes rotos”: para los poderosos, el dinero lo es todo y nosotros sólo un número, y permanecer indiferentes sólo nos seguirá restando derechos y tiempo. Canciones más alegres y muy necesarias, sobre feminismo y sororidad son “Soledad”, que introduce la guitarra española y sonidos flamencos; la lucha por la afirmación personal hecha poesía de la delicada “Peces de colores”, que comienza desnuda con voz y piano y a la que se van integrando unos preciosísimos arreglos de cuerdas con los que es imposible no emocionarse; “Bien alta la mirada” y ese bellísimo punteo repetitivo como eje principal sobre el que gira toda la canción, que hace que la escuches una vez y no te la puedas sacar de la cabeza; la necesidad de protesta y revolución de la tropical “Lluvia”, que experimenta con sonidos latinos, o de una más eléctrica “Tambores de la rebelión”, que introduce percusiones firmes y decididas, como reafirmando ese deseo de revolución y cambio.  
La envolvente “Ruido” suena muy experimental, nos sorprende con una mezcla de sensibles punteos y ritmos étnicos que, mientras no acaba de convencer a algunos, a otros nos ha conquistado desde la primera escucha; algo muy típico de canciones con una gran personalidad y fuerza en sí. Mientras, “Entre la multitud” vuelve un poco la mirada atrás hacia Una pequeña parte del mundo, creando un perfecto contraste entre lo más esencial de la composición de Amaral y su predisposición a arriesgar e introducir a su propia música algunos de los nuevos sonidos e influencias de las que se nutren en sus viajes y cultura musical.
Los sonidos celtas de “Ondas do mar de Vigo” vuelven a aparecer en la majestuosa “Halconera”, conectando así con la obertura del álbum y creando entre ambas el prólogo y epílogo perfectos. “Halconera” tiene una (entre muchas) peculiaridad: no contiene guitarras. Este canto de apreciación a la naturaleza (tema muy presente en este disco) a través de la admiración que siente una halconera por su halcón consigue una impresionante intensidad musical gracias a esos sonidos medievales capaces de conectar lo terrenal con lo espiritual, su inmensidad y belleza líricas, mientras la increíble voz de Eva consigue sorprendernos, una vez más, con nuevos matices que deja ver en el estribillo.
Por esto, dentro de esta amplia gama de colores, la crítica social y la necesidad de cambio son sólo un matiz de los muchos que se pueden apreciar. Para una persona que haya sufrido la pérdida de un ser querido, este álbum permite una interpretación que tendría el proceso de duelo como eje principal, y reorganizando el orden de canciones, representaría a la perfección sus diferentes fases:
De este modo, comenzaríamos en la fase de negación con “Señales”: la necesidad de ver para creer, incapaces de aceptar la realidad. A ésta le seguiría la súplica de revertir el destino en “Lluvia”, que correspondería a la fase de negociación, cuando ya se es consciente de la pérdida pero sigue resultando imposible de asumir y sólo quieres recuperar lo que has perdido. La tercera fase del duelo es la ira, y la dificultad de relacionarse socialmente cuando se guarda un sufrimiento adentro que se intenta no hacer visible. Esa lucha interior es el tema tan difícil que abordan “Peces de colores”, “Tambores de la rebelión” y “Ruido”. Nadie es fácil de tratar todo el tiempo; aunque cada persona nace siendo especial, todos hemos sido alguna vez golpeados por la vida, y ese dolor a veces no nos deja mostrar nuestra verdadera naturaleza, “peces de colores en un mundo en blanco y negro”. “Halconera” podría perfectamente ser todo aquello que no te dio tiempo decir y necesitas expresar. Representaría la fase de dolor, la dependencia emocional que ésta conlleva, y la firme creencia de que sigues en pie porque te cuidan desde arriba. Es el paso intermedio pero tan necesario antes de llegar a la quinta fase, la aceptación, que comienza conEntre la multitud”: Lo que parece un presente feliz, es en realidad un sueño del pasado, tal como confirma la segunda estrofa (el pretérito imperfecto puede conseguir efectos fascinantes). “Nuestro tiempo” apunta hacia el aprendizaje y la necesidad de dejar ese pasado atrás para poder seguir hacia adelante. La más cruel ironía de la vida es que, cuando la vida se muestra más amarga, es cuando realmente descubres lo buena que puede ser la gente, y aparecen personas para impulsarte y ayudarte a salir a flote, como “Soledad”, “Bien alta la mirada”, y, finalmente, el verdadero salto al color, el amor de “Mares igual que tú”.

En resumen, “Salto al color” es una apuesta firme por nuevos sonidos sin dejar atrás aquellos que mejor definen su trayectoria: la bienvenida a la electrónica, que ya se dejaba ver en “Estrella de Mar” y que se reafirmó con “Chatarra”; los ritmos latinos (ahora entendemos cuando hablaban en entrevistas sobre aquellos sonidos e inspiración que traían de sus viajes por Latino América); y la incorporación de la música celta, todo esto, perfectamente hilado con canciones que bien podrían encajar en cualquiera de los discos anteriores, como “Nuestro Tiempo” o “Peces de Colores”. Es un álbum fresco y optimista, para escuchar en profundidad y para bailar a todo trapo que, a pesar de que muchas de las canciones hablan de  situaciones dolorosas, aporta una gran dosis de fe y de esperanza en que, por muy oscuro que se vea el presente, siempre será posible un salto al color. 

Por Cristy Sevilla.

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